“Si mi vecino se apodera de mi vaca, alquila un abogado para que pruebe que el es el dueño del animal. Yo debo alquilar los servicios de otro para que defienda mi derecho, pues está contra todo reglamento judicial permitir a cualquier hombre que hable por si mismo. en este caso, estando de mi parte el derecho, me hallo en situación doblemente desventajosa:
Primero, porque mi abogado habiendo practicado siempre la defensa de lo falso, se halla fuera de su elemento cuando tiene que abogar por la justicia, que para el constituye un oficio antinatural y todos sus intentos los realizará con una gran falla de habilidad, si no con mala voluntad.
La segunda desventaja consiste en que mi abogado debe proceder con mucha cautela, pues de lo contrario será reprendido por los jueces y repudiado por sus colegas por desprestigiar el ejercicio de la profesión.
Por esas razones, no quedan sino dos métodos para defender mi vaca:
El primero consiste en sobornar al abogado de mi adversario pagándole doble renumeración; así de este modo, traicionaría a su cliente, insinuándole que la razón estaba de su parte.
El segundo método es lograr que mi abogado haga parecer mi causa tan injusta como le sea posible, admitiendo que la vaca pertenece a mi contrincante y si esto procede con talento seguramente conseguirá el favor del tribunal.
Ahora, ha de saber vuestra honorabilidad que esos jueces son individuos designados para decidir sobre las controversias de la propiedad, así como los juicios criminales y se les escoge entre habilidosos jurisconsultos que se han vuelto viejos o perezosos y cuya misión ha sido siempre atacar la verdad y la justicia, por lo cual están bajo la fatal necesidad de favorecer el fraude, el perjuicio y la vejación, a tal punto de que yo he conocido varios de ellos que han rehusado un buen soborno de la parte que tenía la razón antes de contrariar su costumbre de apoyar la injusticia.”
Fragmento de “Los viajes de Gulliver”
Jonathan Swift
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